Prosperar y crecer después de atravesar un largo otoño y el duro invierno.
Me encontré cuando creí que me había perdido, volví a mirar a mi niña interior y fue lindo traer de vuelta esa sonrisa. Comprendí que ella y yo seguimos siendo protagonistas de la vida que elijo tener hoy, me anima a jugar, soñar y arriesgarme. Sanarla, sanarme y sanarnos con apoyo psicológico cambió mi comprensión del bienestar del que yo le hablaba a otr@s.
Aprendí a regalarme experiencias que no tuve de niña, sé cómo contenerla, estoy incondicionalmente para atender todas sus necesidades, a diario le digo que podemos ser vulnerables, equivocarnos, que elijamos disfrutar, vivir momentos felices, ser la flor que busca su propia luz.
Autor/a/e: María José Villena Vivar
Comuna: Santiago
Edad: 42 años
“Un lugar desconocido -en un principio-
Donde se forma un vínculo entre dos personas.
Un lugar, que se vuelve seguro,
Donde no existen prejuicios.
Un lugar donde hay un otr@ que escucha,
Que escucha desde el corazón.
Un lugar donde puedes errar,
Y también, aprender.
Un lugar donde te puedes descubrir,
Te puedes ver,
Conocer y
Aceptar.
Un lugar que te permite crecer,
Que te estrecha una mano con el fin de ayudarte.
Un lugar de conexión y también, de confianza.
Un lugar donde los pensamientos y emociones se convierten en palabras
Y esas palabras, en acciones”.
Autor/a/e: Belén Retamales Carrasco
Comuna: Providencia
Edad: 27 años
Me siento tan gracioso, estoy contando el mejor monólogo de mi vida, estoy en la cima de mi carrera, nunca la gente me había puesto tanta atención, me escuchan, me miran a los ojos, me siento en el mejor escenario de mi vida, pero las luces de un momento a otro se apagan y se vuelven a prender, no estoy en un escenario estoy en un sillón, no tengo micrófono solo estoy gritando y no hay un público riendo… solo mi psicóloga mirándome seriamente y anotando todo lo que digo… y no se ve contenta.
Autor/a/e: Nicolás Villacorta Valdivieso
Comuna: La Florida
Edad: 27 años
Con mi psiquiatra comencé un tratamiento farmacológico, que partió con una pastilla homeopática y avanzó hasta una dosis controlada de antidepresivos. El cambió fue tan brutal que cuando me di cuenta de su efecto en mí, me puse a llorar desconsoladamente. Recuerdo muy bien que, en el afán de reconectar con las cosas que alguna vez me hicieron sentir bien, estaba viendo una serie de animé que me gustaba cuando era niño y en algún momento de un capítulo noté que me sucedía algo que no me sucedía hace muchísimo tiempo: me reí.
Autor/a/e: Seryho Astudillo Espinoza
Comuna: Huechuraba
Edad: 33 años
No recuerdo cuando comencé a morderme las uñas.
No me gusta sentir el estómago apretado.
No sé cómo es la vida sin estar alerta.
No actúo desde la espontaneidad.
No puedo evitar evaluar todas las posibilidades.
Y pese a todo esto, hoy elijo no responsabilizarme.
Creo que ya es hora de validar el enojo hacia los que me transmitieron sus preocupaciones, y descansaron en mí, siendo solo una niña. No debieron celebrar mi “madurez” o “independencia”. Tendrían que haberse encargado de brindarme seguridad.
Autor/a/e: Maitte Carrion Uribe
Comuna: San Miguel
Edad: 28 años
Estudié psicología y la ejerzo desde hace diez años, es lo que me llena. El camino no ha sido fácil, especialmente cuando el bienestar de los demás ha sido mi prioridad antes que el propio. Silencié mi sentir durante años, ante un trabajo que me explotaba y me enfermé. Cuando dejé de funcionar, me apagué y aquello que solía llenarme, se convirtió en la causa de mis llantos, al no querer dejar a mi hijo para volver a trabajar. Sí, era una adulta y psicóloga que lloraba y funcionaba en modo automático. Hoy, después de tener la oportunidad de renunciar y buscar ayuda, he vuelto a amar mi profesión desde una vereda más saludable, más llena de salud mental.
Autor/a/e: Anónimo
Comuna: Santiago
Edad: 34 años
Caminando bajo la luna, una presión en el pecho lo invadió, recordó que debía tener una sonrisa en su rostro, un disfraz al mundo de felicidad y tranquilidad ocultando las emociones en su interior. La depresión gritaba, la angustia lloraba y los recuerdos de ser alguien que no era lo abrazaban. Se preguntó si de verdad se conocía o si la máscara lo había dominado. Un día, la luna le sonrió y con un guiño le señaló una puerta en medio de su tormento. Al traspasarla, escuchó una voz que con seguridad le decía “No estás solo”. Cada semana, en ese lugar, su disfraz desaparecía y cada paso bajo la luz de la luna se sentía su sonrisa más real.
Autor/a/e: Anónimo
Comuna: Maipú
Edad: 32 años
Solía pensar que yo era el problema, creía que el deterioro de mi salud mental era porque no era lo suficientemente fuerte, resiliente o madura. Sentía que exageraba.
Un día aprendí sobre la interseccionalidad, este concepto que se refiere a cómo diferentes aspectos de la identidad de una persona pueden interactuar y afectar su vida. Cuando conocí ese concepto lo llevé a la salud mental y aprendí que mi salud mental es un resultado de la interacción entre aspectos como mi género, mi orientación sexual, mi clase social, entre muchas cosas más. La percepción de mi salud mental cambió drásticamente cuando comencé a ver que lo que me pasa y siento no es algo que nace sólo de mí.
Autor/a/e: Renata Millas Poveda
Comuna: Viña del Mar
Edad: 21 años
Nunca quise ser mamá, pero la idea llegó a mí un día y con mi esposo decidimos intentarlo, pasaron 3 años y no sucedió, fue ahí cuando el diagnóstico “infertilidad de origen desconocido” nos golpeó en la cara.
El camino fue largo y finalmente nos convertimos en padres sin ayuda de ningún tratamiento, pero el proceso trajo consigo la ansiedad, esa mensajera abrupta, que llega aparentemente sin anuncio previo, que te desconecta de quien eres y que después de la psicoterapia, aprendes a aceptar, a darle una voz y a gestionarla, para ya no etiquetarte como una mamá ansiosa, sino, como una mamá con ansiedad, que lucha, que aprende y que tiene días grises y otros llenos de luz.
Autor/a/e: María de los Ángeles Rodriguez Moya
Comuna: Licantén
Edad: 34 años
Me recuerdas a alguien que no he visto, hueles a una flor que no se si existe, tu voz es como una canción que no he escuchado y los colores que ocupas no los recuerdo dentro de la gama del arcoíris. Es como si te conociera, como si esto ya lo hubiera vivido y a la vez no.
Es lo que un padre pensaba de su hija mientras ella escuchaba tratamientos para el Alzheimer.
Autor/a/e: Nicolás Villacorta Valdivieso
Comuna: La Florida
Edad: 27 años